UN MUSEO CON SENTIDO

En ocasiones, desde el Área de Animación Sociocultural y Deportiva de la ONCE  nos solicitan visitas guiadas al Museo de Cáceres para algunos de sus afiliados, como parte de su programa de “Visitas Culturales”  que realiza el Club de Mayores de Cáceres.

Este museo, como la mayoría de museos,  ofrece su contenido a través de objetos, textos, imágenes que pueden verse, pero no pueden oírse, tocarse, olerse o gustarse. Entonces, ¿qué sentido podría tener visitar el museo para las personas invidentes o con limitación visual si no les era posible ver lo aquí expuesto?
Para dar sentido a esta demanda, hemos diseñado un programa específico con el nombre “Un Museo con Sentido formado por diversas visitas guiadas a las distintas Secciones del Museo y al Centro de Interpretación de la Cueva de Maltravieso,  en las que se integraran todos los sentidos.

Estas visitas se han ideado siguiendo el discurso que nos marcan los objetos de la exposición permanente y recorriendo cada una de las salas del Museo como si de una visita ordinaria se tratara. Utilizamos para ello originales, réplicas, maquetas y relieves de piezas creadas para la ocasión que pudieran tocar, e integramos otros sentidos en algunos momentos con músicas, sonidos, aromas y sabores. Aprovechamos, además, el diálogo, la conversación y las aportaciones de los componentes del grupo.

El reflejo más fiel de lo que han sido estas visitas y lo que han supuesto para el grupo queda patente en sus propias palabras:

De una serie de paseos (…), a través de museos de nuestra ciudad (…) el de la cueva de Maltravieso ha sido el último. Y, si decimos que el más feliz, intenso y emocionante, ni mentimos ni desmerecemos de los otros. (…)

La primera visita, (…) transcurrió a través de las salas del museo Arqueológico. (…) Allí, por nuestras ávidas manos y ojos carnales en forma de dedos, pasaron piedras talladas, golpeadas, labradas, pulidas, afiladas; pasaron huesos y metales. Pudimos palpar, pulsar y acariciar, raro privilegio en un museo, las milenarias esculturas de tosco granito (…).
 
El descenso al Aljibe marcaría el colofón a esa primera etapa (visita). (…) En esa hermética cavidad nos sentimos sobrecogidos y arropados por el palpito y el temblor del original y primigenio elemento resonando en el sagrado ámbito de su especular misterio. (…)

De la segunda y tercera visita (…) al museo Etnográfico, (…) quiero detenerme en una anécdota especial por su significación. La protagonizó J. al destapar una fiambrera de corcho, una preciosa joya artesanal (…). Tras deslizar sus dedos por la fiambrera y abrir su tapa, se vio de súbito, dijo, lanzado a la más tierna infancia, en un pueblecito de Zamora, corriendo anhelante en el declinar de la tarde al encuentro de su padre que, como era costumbre entonces, más de medio siglo atrás, volvía de las faenas del campo. Pero su carrera buscaba además el regalo que sabía habría de traer guardado como un tesoro de cariño para él reservado allí dentro, en su fiambrera. Y su padre no le decepcionó nunca. Siempre fiel y puntual a su cita con el hijo, llegaba con el ansiado premio. Ese pedacito de su merienda, un trozo de patatera, tortilla o queso, con que su padre le agasajaba cada día al volver, era para J. como un manjar de dioses. Su voz se hizo intensa y temblorosa y una lágrima se atrevió a asomarse al balcón de sus ojos. Con esto, J. nos dejaba bien claro que no hay ojos que vean más que los ojos del alma; que teniendo alma, nunca será uno ciego.

(…) Podemos añadir a esa experiencia una breve alusión a la importancia de lo descubierto al atravesar inmersos en aromas de paja, heno, tino, lana, esparto, tierra, polvo de las eras, cera, polen, miel, madera, ramas, hojas, aceite, uva, corcho, barro, arcilla, etc, todos ellos portadores de una potente fuerza evocadora propicia al recuerdo, la ensoñación y el estremecimiento.

Importancia capital tuvieron en materialización de versátiles sensaciones los talleres, dos en total.
El primero de ellos consistió en la elaboración de una crema. Contando cada uno con su correspondiente tarrito de lanolina (grasa de lana) como base y algunas plantas aromáticas (romero, tomillo, pétalos de rosa, etc.) creamos nuestra propia crema aromática mezclando ingredientes al gusto. El aire se pobló rápidamente de frescores campestres y nuestras manos quedaron brillantes y suaves, nutridas de lanolina.

El segundo taller consistió en la exploración de un sinfín de instrumentos escogidos de entre una prolija profusión de los más diversos e insospechados utensilios domésticos adaptados para el acompañamiento rítmico del canto o la música, así como otros fabricados de forma artesanal, algunos de ellos típicamente nuestros. Desde sartenes, martillos, morteros, campanos, cencerros, botellas, tablas de lavar, etc, hasta zambombas, castañuelas, cañas, panderos, flautas, tamborines y un rabel, pasando por cualquier cosa imaginable, había de todo. En concreto todo lo necesario para improvisar una orquesta al instante. Y este fue el genial desafío al cual el contagioso entusiasmo de Cristina nos encarriló. Y ahí nos tienes (…) a todos enfrascados en nuestra sublime interpretación acompañando el inspirado canto de "las sábanas de la reina" a cargo de la voz solista del inefable Ubaldo y un no menos inefable coro. (…)


La cuarta y última etapa, (…) transcurrió en las cálidas entrañas de Maltravieso. El fuego allí fue el de la palabra encendida y chispeante, una vez más, de Cristina que, en rítmicos arrebatos de inspiración, nos hizo cabalgar, en tan solo algo más de dos apasionantes horas, eras, paisajes y fenómenos de una hermosura selvática y descomunal. (…) por nuestras manos pasaban hachas de piedra, raederas, punzones, una lanzadera, piedras de fuego, figurillas de ídolos, una Venus Esteatopigia y un arco de fuego.
Este último artilugio despertaba nuestra incredulidad y nos llenaba de sorpresa. Cristina, tras infructuosas explicaciones, decidió llevar a cabo una demostración. Y lo hizo de manera tan brillante, que a todos nos dejó admirados. En efecto, aquello funcionaba. Y ¡de qué manera...! Eso sí, Cristina casi acaba exhausta. Y no es para menos. La exhibición mereció un "encendido" aplauso.

Y esta puede ser la imagen final de nuestra hermosísima travesía del tiempo y el espacio por esos entrañables museos.

Gracias de corazón a todos cuantos lo han hecho posible y, especialmente, a Cristina. Nos habéis propiciado unas experiencias únicas y extraordinarias. ¿Podremos mejorarlas en lo sucesivo? Estamos dispuestos a intentarlo. Podéis contar con nosotros.

Grupo de la ONCE, Cáceres abril 2015

¡¡GRACIAS!!

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